martes, 18 de noviembre de 2008

Mercado Medieval. Día 2, parte I.

Quedamos a las 11 de la mañana en las escaleras del ayuntamiento.
Normal, los puestos habrían a esa hora, la gente sale de juerga morena por la noche y hasta la hora de comer sólo hay ancianitos encantadores de miradas lascivas por la calle.
Tiempo más que suficiente para winear el mercado sin apretones, empujones ni rozamientos sospechosos.
Lamentablemente, el vicio de internet me tiene hasta las mil y tantas enganchada al ordenador y, claro, el cuerpecito serrano tiene que descansar. Ni me enteré de que había apagado el despertador.
Consecuencias: Me despierto con el tiempo taaaaan pillado que tengo que avisar por msm.
"Llegaré a y media. Nos vemos por los puestos"

Por fin aterrizo en la plaza. Nos encontramos después de una serie de problemas de comunicación cortesía de compañías telefónicas sin especificar. Eran las doce.
Bueno, tranquilas, aún tenemos tiempo...
Miramos cada puesto con lupa, hablamos con los vendedores, les interrogamos sobre sus productos, su procedencia, qué les parece la ciudad... Vamos, lo normal y lógico en estos casos. Casi todos muy majos, he de decir. Eso sí que es saber vender.
De pronto, mientras curioseaba unos perfumeros, escucho una voz a mi espalda.
- ¿Quereis haceros una foto conmigo?
¿Umm? Giro... Y me encuentro frente a frente con un caballero de Fratre, con su armadura, su casco, su espada. Pose digna, mirada de cachorrillo abandonado hacia Novia Cadáver y Pinceldepelodemarta.
-¡Vale!
Novia Cadáver siempre tan entusiasta.
-¡Vamos, Pinceldepelodemarta! ¡Ponte tú también!
Pero no. Pinceldepelodemarta no quiso. Y eso que el caballero seguía con sus ojos de Gato con Botas.
Jo. Qué tipa más dura.
Después de una sesión de fotos y dejar de nuevo al caballero en busca de más viandantes con los que posar, llegamos al puesto de las espadas. Y tras éste, una sucesión de comida, objetos de cuero, artesanía... ¡Y hasta un Romeo en busca de su Julieta!

Incluso Novia Cadáver alegró el día a un señor creppero cuando puso cara de placer supremo al oler el chocolate calentito que tenía preparado para vender. Decretamos merendar en su puesto, por simpático...

...to be continued

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