viernes, 4 de marzo de 2011

La deconstrucción del bombón.

"Es muy difícil trabajar el chocolate. Más difícil es hacer que algo con chocolate quede malo."

Sólo había que seguir unos sencillos pasos para disfrutar de unos exquisitos bombones caseros. Nada que a una cocinera experimentada como yo pudiera resistírsele:

1. Se funde el chocolate al baño maría.

Cogí un par de ollas de distinto tamaño. Llené de agua la más grande y metí la más pequeña dentro. Luego rebusqué por la casa todas las tabletas de chocolate, chocolatinas y demás delicias que había ido acumulando en el frigorífico gracias a Camicaimán. Las partí y aquello comenzó a derretirse.

2. Se forran los moldes para bombones con una capa del chocolate fundido.

Con un pincel para repostería fui forrando los moldes, cuidando que quedaran bien cubiertos.
No había llegado al cuarto cuando el chocolate empezó a adquirir una textura un tanto... Peculiar. Parecía que se había desecado de pronto y quería volver a ser polvo para el desayuno.

3. Meter los moldes en el frigorífico unos minutos para que se solidifique.

Agarré un brick de leche y se lo añadí al chocolate ahora en polvo.
¡Zas! ¡Zas! ¡No muerdas, maldito!
A golpe de varilla lo fui domando.

4. Se forran de nuevo los moldes para darle más consistencia al bombón.

Como eso estaba demasiado líquido, agarré un tarro de margarina y se lo añadí también, para que al enfriarse aquello se solidificara.

5. Introducir el relleno deseado.

Para asegurarme le agregué también el bote de nocilla de dos sabores que atesoraba para las tortitas americanas que pensaba cocinar algún día para desayunar.

6. Rellenar del todo con chocolate fundido para terminar.

Su textura peculiar no parecía mejorar. Agarré la caja de cereales de arroz inflado con chocolate y se los agregué. Luego molí almendras y avellanas y también se las agregué.
¡Plas! ¡Plas! ¡No podrás conmigo! ¡No! ¡No salgas de la cazuela!

7. Meter los moldes en el frigorífico hasta que se solidifiquen los bombones por completo.

Lo aparté del fuego y me quedé mirándolo varilla en mano. La lucha había sido dura, creo que hasta me mordió en algún momento. ¡Pero ya estaba muerto y bien remuerto! Sólo me quedó coger un par de cucharas y darle forma de croquetas a la masa informe.

¡Cuando se enfriaron estaban buenos! Deconstruídos, con forma de boñiga y bicolores, ¡pero ricos.!

lunes, 7 de febrero de 2011

Habitación doble... ¿Sólos o compartida?

"La vida te da sorpresas. Sorpresas te da la vida..."

Mi escapada preferida siempre es a Lisboa. Me enamoró desde la primera vez que pisé su empedrado y siempre que puedo recorro sus calles. Alguien dijo alguna vez, no recuerdo quién, que el día que me perdieran deberían buscarme en Lisboa.
En cada viaje descubro algo nuevo; en esta ocasión, el bar con los mejores caipirinhas del mundo mundial. Nos presentó Camicaimán, culpable de más delitos tales como que me apuntara al gimnasio, que pase nada de tiempo en casa, fotografiarme más a menudo de lo que permito y otros menores relacionados con su suma maldad.

Y a Lisboa que nos fuimos los dos, hotelito de lujo por un buen precio, fin de semana largo por delante y tres cámaras de fotos (sin contar con los móviles, jijijijiji).
La habitación era estupenda, con ventanales, cuarto de baño 5 estrellas, minibar, albornoz... Y la peazocama.
-¡Uoooo, una cama grande!
Rauda me tiré en ella para probarla. Era una cama cariñosa, te acurrucaba y susurraba cosas bonitas al oído, conduciéndote al maravilloso mundo de los sueños... Y claro, la carne es débil, el viaje largo... Que nos pusimos a imitar a la marmota común, remoloneando y regodeándonos en nuestra pereza.
-Deberíamos ponernos en marcha...
-Psé...
-Y aprovechar el día...
-Psé...
-¡Uys! ¡Qué oscuro está esto!
Camicaimán y yo nos miramos. La puerta al abrirse nos había parecido la de los vecinos, pero esa voz estaba muy dentro del cuarto. En un segundo me puse en pie de un salto, reaccionando a tiempo mientras asomaba la nariz por detrás de la esquina del baño.
-¿Hola?
-¡Uy!
-Esto... Estais en nuestro cuarto.
-Anda, ¿también sois españoles?
-Eh... Si.
Se hizo el silencio.
-Mejor vamos a recepción a ver qué ha pasado.
-Vale. Pues... Suerte.
Volví a la cama, desabrochándome de nuevo el cinturón y a punto de reírme.
-Menos mal que no han entrado mientras hacíamos cochinadas. Eso sí que habría sido un corte de rollo.
Segundos después sonó el teléfono. Llamaban de recepción disculpándose por el pequeño fallo. Creo que si me hubiera hecho la ofendida habría podido sacarles el desayuno gratis.

¡Mecachis!

Después de eso decidimos darle uso a la caja fuerte. Sólo por si acaso volvíamos y nos encontrábamos a otra pareja probándose nuestra ropa interior.