viernes, 4 de junio de 2010

Carta a la moda.

"Las mujeres de verdad tienen curvas."

A la atención de los señores diseñadores de moda:

Antes que nada, permítanme felicitarles por la ardua tarea que supone, a día de hoy, realizar su trabajo.

Sé bien sobrada que los impedimentos que se interponen entre su ideal de perfección artística son muchos y variados, cada día más imposibles de salvar. ¿Cómo no conocerlos? Yo misma soy una de esas cientos de mujeres que no han logrado adaptar sus formas al modelo de perfección que apenas unas decenas de privilegiadas han alcanzado.

Porque, para qué negarlo, la mayoría de las mujeres carecemos de ese androgismo recto para el que fueron diseñados sus trajes. Tenemos pecho, caderas, culo, cintura marcada, cartucheras... ¡Todo curvas bien pronunciadas! Y es que somos unas desconsideradas, sí señores, consintiendo que nuestra genética haga inútiles sus diseños.

Aquí una servidora, sin ir más lejos, buscaba un bikini para este verano. Sí, señores, a pesar de la barriga redondeada y la grasilla que tanto esfuerzo me ha costado acumular, decidí hace años lucir mis femeninas formas onduladas. ¡Todo un espanto para aquellas que lograron que su cintura mantuviera el mismo ancho que las caderas!. Un cuerpo que antaño podría haber sido adorado como diosa de la fertilidad y hoy en día no es más que un espanto a la vista de quienes de verdad entienden de mujeres. Sí, sí, me refiero a ustedes. ¿Quién si no nos podría conocer mejor que nosotras mismas?

Pero... ¡Ay de mi! ¡Pobre ilusa! Pensaba que encontraría algo adecuado al desdichado cuerpo con el que nací. Si es que soy débil, debería amoldarme, torturarme hasta alcanzar sus medidas estándares. Pero qué quieren que le haga, cogí cariño a mis lorzas.
Así que allí que me vi, probando y probando. Buscando y buscando. Y es que una es generosa de pecho, pero de cadera estrecha. Supuse que podría adquirir bragas y sujetador por separado... Craso error: La misma talla para arriba que para abajo. ¿Cómo pude pensar siquiera en encontrar algo adecuado a nosotras, simples blasfemas de la moda?

Así pues, opté por buscar en esos pseudotangas que se atan a la cadera, de modo que pudiera ajustar su forma ligeramente a la mía. Lo sé, lo sé... Los dioses castigaron mi insolencia. Llámenme antigua, o fuera de onda, pero considero que ese vello es necesario para evitar infecciones en nuestro delicado cuerpo y que, a lo sumo, las ingles debían ser las únicas en pasar por la cera.

La dependienta, muy amable pero igual de pagana, me comentó que todas las mujeres que iban a su tienda en busca de semejantes prendas tenían el mismo problema. ¡Incluso ella! Hablase con la mujer que hablase, todas sufrían del mismo mal. Insolentes, necias.

Sinceramente, les felicito por esa modestia de que hacen gala, señoras y señores diseñadores, porque las muchachitas jovencitas que sí quebrantan sus cuerpos al nuevo estilo no pueden gastar noventa euros en dos piezas de tela. ¡Se conforman con una imitación de mercadillo! ¡Qué descaro! ¿Cómo pueden seguir manteniendo sus empresas? ¿Cómo pueden no perder la fe en su trabajo? ¡Ni una queja de sus labios leí! ¡Cuánto arrojo! ¡Qué dedicación! Realmente felicidades, caballeros, por seguir contra viento y marea demostrándonos que somos nosotras las equivocadas. Enseñándonos que nuestros cuerpos imperfectos no merecen el honor de lucir sus creaciones.

Gracias, caballeros, muchas gracias.