lunes, 19 de enero de 2009

Excursioncilla a la Nieve. Volumen 2: Las Leyes Murphianas atacan de nuevo

El primer día aprendí a ponerme los esquíes, a mantenerme medianamente de pie en ellos, a caerme del telesilla en el momento de bajar y a rodar por una pista verde de principio a fin para descenderla. Y luego tocaba volver a subir. A medio camino le pedí ayuda a un amable señor con moto de nieve para que me llevara abajo del todo.

Es que me dio un ataque de nervios, jo. Que no se veía nada, era todo blanco e igual. Había niebla, estaba nevando... Era joven e inocente, necesitaba el dinero... Uy, no, eso no.

Así que el segundo día me metí en la pista blanca, la de novatos, toda llena de niños-champiñón con cascos, coderas, rodilleras y cuanta armadura fueran capaces de ponerles encima sus amorosas madres.
Creía que ahí estaría a salvo del estado "koala", que por fin aprendería a hacer cuña; pero cuan terrible era mi error... En cuanto tomaba velocidad, trataba de tirarme de los esquíes y rodaba media ladera con la nieve entrando a kilos por los pantalones.
En una de estas, a mi tobillo derecho le dio por emular las alas de un helicóptero y girar sobre sí mismo con el esquí puesto. Resultado: Un esguince que aún acarreo.
Se acabó el esquiar para mi.
Dos días y la venda fue a hacer muchas y buenas.
Luego, balneario, camino por senderos y pateos varios... Un gran viaje, incluso con Murphy de por medio.

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