martes, 29 de septiembre de 2009

Escapadita al Balneario: Reencuentro con el escocés.

En anteriores episodios de "Medias de Bruja"...
Un señor muy grande y muy fuerte que debía ser hijo de un escocés me envolvió como una croqueta de algas tras pedirme que me pusiera un ridículo tanga de papel.


El día empezaba bien. Muy bien. El desayuno entró como nunca.
Una vez repletas y saciadas nos fuimos ni cortas ni perezosas al circuito completo por las aguas termales con muchos chorros, muchas burbujas y un baño turco. Allí, entre gotas de sudor que resvalaban por el cuerpo y el húmedo calor con olor a eucalipto, comencé a contarle a mi tía ReinaMora la sorpresa de cumpleaños que Pinceldepelodemarta y yo le habíamos preparado a ManoDerecha, narrándole de paso las aventuras y desventuras en la tienda donde adquirimos el regalo principal (un objeto de lo más común y que aún saca los colores en algunos círculos sociales).
Despues era el turno de los masajes. Una vez más, una señorita baja y con aspecto simpático se llevó a mi tía a otro cuarto, dejándome a solas con el Sr. Mclo.
Le miré.
Me miró.
Le sonreí ligeramente.
Me saludó.
-¿Tiene el bañador mojado?
-Es que acabo de salir del circuito.
-Entonces tendrá que cambiárselo. ¿Quiere un tanga de papel o prefiere las calzonas?
Cuando le vi la sonrisilla comencé a sospechar que todo el asunto le hacía mucha gracia.
-Bueno... Es que el tanga es un poco simbólico, ¿sabe? Creo que hoy me probaré las calzonas, a ver qué tal me quedan.
-Ya verá cómo son otra cosa, menos transparentes.
Me dejó las mentadas calzonas, que por lo visto eran de hombre (¿será que les da más vergüenza enseñar sus interiores?) y salió del cuarto. Miré las calzonas. Las calzonas no me miraron a mi porque no tenían ojos: Eran azules y largas, pero igual de transparentes que el tanga. En cada pernera entraban dos como yo, aunque la goma de la cintura era lo suficientemente estrecha como para no caerse.
Me las puse.
Posé un poco para mi adorado público imaginario antes de subir como buenamente pude a la alta camilla de masajes y entonces regresó el Sr. Mclo. Dio dos golpecitos suaves a la puerta antes de preguntar si estaba lista.
-¿A que las calzonas tapan más?
-Si, aunque podría ponerme a bailar hip-hop con ellas. Es que el tanga era un poco ridículo...
El masaje dio comienzo, ¡y vaya si dolía! ¡Pero qué manos! ¡Pero qué fuerza!
-Aquí ya estamos acostumbrados a ver gente desnuda. Vienen muchos pensionistas a tomar baños con el Inserso.
Sospecho que me estaba llamando anciana.
-Pero entiendo que pueda causar vergüenza.
Me imaginé a las abuelas con el tanga en la mano. Luego pensé en lo deslenguadas y picaruelas que se vuelven con la edad las señoras mayores, con su tendencia al destape y a decir guarradas que, en otros tiempos, las habrían hecho escandalizar.
Si, podía causar mucha vergüenza.
-Ejem. Si, es que es un poco ridículo... Con tanto volantito en la cintura y tan poco papel que tape...
-Si quiere le regalo uno, de recuerdo.
-¡¡Vale!!
No se si estaba acostumbrado a regalarle tangas de papel a las abuelas picaronas del Inserso o aquello le cogió de sorpresa, pero ni corto ni perezoso me sacó uno con las manos pringadas en aceite de romero y lo dejó a mi alcance para que pudiera llevármelo al terminar.
Y entre dedos y apretones, y el alivio de cierto dolorcillo de espalda fruto de mi trabajo, la conversación se desvió a un tema más normal como es el clima raro que hacía este verano.

Antes de irnos nos obsequiaron con un zumito y caramelos de picota, muy rico todo, muy vitaminado y mineralizado.
Estas navidades estoy intentando que repitamos experiencia, pero con toda la familia, para reírnos más. Me pregunto si el Sr. Mclo seguirá ahí para entonces...

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