sábado, 12 de septiembre de 2009

Escapadita al Balneario: La croqueta humana.

Anteriormente en Medias de Bruja: Mi tieta ReinaMora y yo nos fuimos a un balneario para que nos mimorrearan y nos pusieran wenorras de la muerte.

El día comenzaba bien. El desayuno buffet era grande e interesante, pero debíamos ser rápidas si queríamos hacer la digestión antes de que empezáramos con el extrés del agua. Y es que con un horario tan apretado dudábamos que fuéramos a terminar el día tan relajadas como nos habíamos fijado de objetivo.

Lo primero fue la sauna húmeda. Quince minutos de sudor y calor rodeadas de gente desconocida y un señor con mucho pelo en la espalda.
Después llegaron las aguas termales (previa ducha, eso sí). Había que llevar gorro y bañador, pero como el señor peludo tenía la cabeza despejada y no decían nada de un traje de neopreno en las normas se metió con las greñas flotando, sin hacerse trenzas ni nada.
Cuando terminó el circuito de chorros y burbujeos acuáticos nos mandaron de vuelta a la habitación o a hacer lo que nos placiera. Así que nos fuimos a comer al bufet, porque tanto ejercicio, oyes, nos había dejado derrengadas del todo.

Con la tripita llena y el bikini de repuesto nos encaminamos de nuevo al siguiente tratamiento: La croqueta humana.
Una señorita menuda y con aspecto delicado se llevó a mi tía a una habitación.
Pocos segundos después llegó un señor alto y fornido en mi busca. Según el horario, se llamaba Mclo.
Debe ser hijo de algún escocés despistado.
-¿Se ha hecho un tratamiento de este tipo alguna vez?
-¿Valen los pilings faciales?
Acto seguido y con una sonrisilla pasó a enumerarme los tres tratamientos que tenían. Uno era de chocolate, pero hacía demasiado calor y opté por las algas, el único en frío.
-Póngase ese tanga de papel y túmbese en la camilla boca abajo.
El hombre salió para dejarme intimidad y yo me dispuse presta a seguir sus indicaciones.
Lo primero fue quitarse el albornoz y el bikini. Lo segundo, abrir el paquetito del tanga y analizarlo detenidamente: Era de papel fino, casi transparente. De esos que se emplean para hacer patrones de ropa, aunque algo más flexible. Las tiras que cubrían lo que en teoría debía ser cubierto eran de tres dedos de grosor, lo que dejaba más bien poco a la imaginación. La cinturilla se veía fruncida con una goma elástica de las del pelo, dándole un aspecto volantoso y ligeramente faralá. Todo en conjunto mostraba un aspecto lamentable y poco confiable, no apto para vergonzosas rematadas.
El señor Mclo llamó tímidamente a la puerta. Entró y comenzó con suma delicadeza, casi sin tocarme, a encroquetarme con la pasta de algas fresquitas. Cuando llegó el crítico momento de darme la vuelta, se giró para darme la espalda y algo de intimidad.
-Tiene una toalla ahí al lado por si quiere taparse.
Miré la toalla, miré el no-tanga de papel...
-Para lo que me voy a tapar...
-Si, la verdad es que no cubre mucho.
-Bueno, me haré a la idea de que es una playa nudista.
Y así, medio riéndose y bromeando con el tanga como buenamente pudo, Mclo terminó de embadurnarme ahora con mucho más recato, asegurando y requeteasegurando que ya estaba acostumbrado a eso y que todos los cuerpos eran iguales...

To be continued.

En la próxima entrega de Medias de Bruja: Reencuentro con el escocés.

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