martes, 10 de marzo de 2009

Azúcar

Abrió los ojos en la negrura de su cuarto. El dolor de cabeza había menguado notoriamente y una imperiosa necesidad biológica comenzó a azuzarla para salir de su cama.
-Aaaazúuuucaaaar.
Gimió Medias con voz cavernosa mientras se arrastraba por el suelo de su cuarto.
-Aaaaazúuuuucaaaaar.
Se coló por la rendija de la puerta y descendió como neblina sinuosa las escaleras que la separaban de la cocina. La boca segregando saliva en cascada cuando divisó la caja de cartón recipiente del fruto de su deseo. Se alzó magnífica ante ella, asomando la enorme nariz al interior para encontrar... ¡Tan solo las migas!
- ¡Nooooooo!
Exclamó alarmada, clavando a la perfección el famoso "Grito de Munch". Fue entonces cuando una silueta alta llamó su atención. Se giró hacia ella, viendo con absoluto pavor cómo su padre se comía la última rosquilla con ansia corrupia y gula melosa.
-¡No quedan roscas de alfajor!
Triste, decepcionada, comenzó entonces la búsqueda por sus zulos personales de golosinas variadas. Ni galletas, ni bizcochos, ni helado, ni... Nada, no había nada. La cocina patas arriba, el bolso del revés.
- Hay que ir a la compra. ¡No quedan dulces!
Pero PapáCigüeña estaba acostumbrado a sus lamentaciones y siguió en su particular mundo privado sin escucharla apenas.
-¡¡No quedan dulces!!
Exclamó nuevamente, gesticulando ostentosamente con las manos para tratar de llamar la atención sobre la urgencia de sus palabras.
JimenaNena siguió tomándose su zumo de piña sin mediar palabra.

Dignamente, Medias optó por pasar el mono como una machota. Se sentó frente al ordenador, dispuesta a escribir un nuevo capítulo de la abandonada novela. La conversación por "sistema de mensajería instantánea X" no tardó en llegar.
Noooo teeeeengo duuuulceeeees.
Tecleaba a cualquier contacto que quisiera leerla.
Buaaaaa, buaaaaa, buaaaaaaaaaaaaaa. No tengo dulceeeeeees.
El Profe se prestó raudo a ir a por ellos, pero la distancia que los separaba hacía imposible la entrega a corto plazo. Y es que cruzarse la Península en cinco minutos aún no era posible más que en sueños y películas de distintos presupuestos.
¡Maldita ciencia ficción y sus falsas esperanzas!

Un yogur sabor coco, diez caramelos de cereza y dos figuritas de mazapán caducas con cierto regustillo a naftalina después, Medias se fue a dormir.
Aquella noche tuvo un sueño maravilloso. Un sueño en el que paseaba por un país de chocolate y gominola, donde las tartas eran gratis...
Despertó, esperanzada en que ese día sí sería un día de ir a la compra pedorra. Pero las provisiones de alimentos básicos seguían siendo abundantes y sus señores padres no parecían poseer el más mínimo ápice goloso.
Segura que PapáCigüeña ha comido chocolate en el trabajo.
Pensó nuestra querida Medias, mientras esperaba paciente y digna, sobre todo muy digna, a que el mono pasara solo.

Y entonces, sin previo aviso, se le encendió la bombillita. O más que la bombillita, fue un árbol de navidad con estrella en la punta, espumillón, figuritas de angelotes moñas y bolas de las que cazan los gatos porque brillan y, además, botan.
Corrió al congelador, abrió el último cajón y sacó las bolsas de guisantes y zanahorias. Allí, en el fondo, escondidas de ojos golosos, estaban sus reservas para emergencias, esperando ser redescubiertas y empleadas.
Sonó música celestial. Música épica. Música de Bollywood con coreografía incluída. Música de peli de serie B y toda clase de músicas habidas y por haber. Una misteriosa luz llena de chirivitas cayó en cascada sobre ella, iluminando la escena y deteniendo el tiempo en aquel instante feliz y perfecto.
Medias tomó con suma reverencia uno de los preciados manjares y lo introdujo en el microondas sobre un plato.
Chocolate derretido, hojaldre calentito... Aquella napolitana le supo a gloria, saciando su mono... De momento.


Fin.

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