miércoles, 26 de agosto de 2009

Princesita.

El lunes cumplió dos meses la nueva integrante de la familia. Una niña pequeñita y preciosa de ojos verdosos, siempre sonriente, que ha logrado ablandar el corazón de todos y cada uno de nosotros.
Para ella este pequeño relato.

Cuando las brasas se apagaban en las Hogueras de San Juan la princesita Aida abrió sus ojos al mundo por primera vez. Sus pulmones clamaron al viento su llegada, tan potentes, tan esperados, que se armó gran revuelo en la familia. Las brujitas (buenas todas ellas) no cesaban en sus llamados, preguntándose unas a otras si la niña había llegado; si estaba sana; si su madre, Guapilinda, se encontraba bien. ¿Y cómo fue el parto?

Reinamora no se había separado de su lado, lanzándose de inmediato a retratar a la criatura tras su primer llanto. Era una niña pequeñita, rosadita, rubia, de cabeza redonda y largas piernas. Tan perfecta, tan bonita, que conforme su imagen iba llegando el resto de brujitas se iban enamorando.

Y no tardaron en ir a verla, rodeando a la madre y al bebé mientras se deleitaban con sus encantos, tomándola en brazos mientras le entregaban todo el cariño con que la habían esperado.

-Será muy alegre.- Dijo su abuela Bibi.

-Será muy inteligente.- Dijo su tía Jimenanena.

-Será muy vivaz.- Dijo su tía Reinamora.

-Será tan hermosa como su madre.- Dijo su prima Medias.

Y su madre, sonriente, comenzó a cantarle la canción de la jota para arrullarla en el sueño, envuelta en sus brazos que siempre la protegerían.

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